La princesa y la casa de los espejos

La Princesa era una joven inquieta, deseosa de descubrir lo desconocido, de explorar lo que estaba más allá de los confines de su reino. Una vez que oyó hablar de la misteriosa Casa de los Espejos, supo inmediatamente que debía llegar hasta allí. Ella partió con valentía, deseando descubrir secretos relacionados con el otrora elusivo lugar. Durante los primeros días de primavera, en un reino lejano, llegó a la ciudad la princesa Natalia. Todos se volvieron locos. La princesa era conocida por su belleza y gracia, e incluso aquellos que la habían visto solo una vez, jamás podían olvidarla.

Natalia fue aclamada por la ciudadanía y se desató una tormenta de aplausos cuando ella cabalgaba hacia el castillo.

En el castillo de la ciudad, la princesa tuvo que pasar varios días. Pero, la restricción del rey en relación a la prematura edad de Natalia impidió que salga a explorar el bosque cercano a la ciudad.

En una de sus primera aventuras, Natalia conoció a una mujer misteriosa llamada Amalia, quien vivía en una misteriosa casa de los espejos, en el corazón de aquel bosque. Amalia contó a la princesa que era una hechicera con un poder mágico que se había refugiado en aquel bosque por mucho tiempo. Pero, lo que más sorprendió a Natalia fue la destacada particularidad de aquella casa, la cual estaba hecha únicamente de espejos.

Natalia no podía evitar sentirse más curiosa, sobre todo cuando Amalia le contó que aquella casa, no solo estaba resplandeciente sino también repleta de increíbles enigmas a los que debían ser resueltos por aquella que se atreviera a entrar. Entonces decidió desafiar a sus temores y decidió visitar aquella casa.

Al entrar a la casa, a Natalia le sorprendió el brillo deslumbrante de miles y miles de espejos, millones de reflejos que bailaban en su interior. Toda la casa brillaba pluricolor, con tonos que pasaban del verde al amarillo, del azul al morado. Casi iba a ahogarse en tanta belleza. Además, diferentes juegos de figuras geométricas estaban dibujadas en el piso y un manto de flores cubría los muros, que se hacían magia al respirar.

Embelesada por todos sus encantos, Natalia decidió entrar en una pequeña habitación del segundo piso de la casa. Dentro de esta, estaba un gran espejo que le transmitió un extraño mensaje: «Si deseas recibir un deseo, deberás responder correctamente las preguntas que preparé para ti».

Natalia asintió con la cabeza mientras escuchaba aquella advertencia transmitida desde el espejo. La joven se puso manos a la obra y empezó a resolver los enigmas, que le servían como una especie de juego de ajedrez. Su inteligencia fue poniendo a prueba aquel día, hasta que finalmente consiguió acertar las preguntas y obtener su deseo.

En aquella misma habitación, Natalia supo más sobre el poder mágico de Amalia y también consiguió comprender algunas preciosas lecciones sobre sí misma. Así, cuando la pequeña princesa finalmente salió de aquella casa de los espejos, no fue la misma que había entrado.

Antes de marcharse del bosque, Natalia finalmente logró entender algunas enseñanzas de la vida que esperaba poder llevar con ella siempre. Los años pasaron, el reino cambió mucho pero el recuerdo de la inocencia de la princesa permaneció inalterado. Con el paso de los años, la historia de La Princesa y la Casa de los Espejos se ha vuelto una leyenda que los habitantes del reino cuentan a sus hijos. Desde entonces, la esperanza y la felicidad se habían extendido por todo el reino, una muestra del enorme poder de los cuentos.