La princesa de las aguas cristalinas

En un lugar muy, muy lejano había una hermosa princesa llamada la princesa de las aguas cristalinas. Vivía en un lago mágico, rodeada por un reino encantador lleno de luz y alegría. Su cabello brillaba como el sol y sus ojos eran como dos joyas esmeraldas. La princesa vivía feliz junto a sus amigos, pero cuando una desgracia se abatió sobre el lago, se vio forzada a tomar una decisión que cambiaría para siempre el destino de su reino. Estaba la princesa de las aguas cristalinas, viviendo su destino en su castillo sumergido en un lago profundo. En el pasado, muchas generaciones habían vivido en las aguas sagradas del lago y su gente había prometido servir y venerar a la diosa del lago.

Desde temprana edad la princesa había sido entrenada para asumir el trono de la noble familia de los guardianes de las aguas sagradas. Para ella, gobernar estas aguas era algo sagrado. Debía protegerlas del mal, preservando el equilibrio entre los humanos, la naturaleza y los dioses.

Una mañana soleada, la princesa empezó tras una jornada de patrullar sus dominios. Se detuvo al ver una pareja de hermosos ángeles chapoteando en el espejo de agua. A medida que se acercaba a ellos, uno de los ángeles comenzó a nadar hacia ella.

—Hola, princesa, mi nombre es Inana —dijo el ángel nadando—. Ha venido mi hermano, Nerial, para comunicaros una importante noticia: un enemigo está tratando de robar las aguas sagradas para sus propios fines.

La princesa abrió los ojos y sintió una fuerte oleada de preocupación. Sabía que no debía permitir que nadie afectara al lago que había prometido proteger. Inmediatamente empezó a trazar un plan para detener al intruso antes de que causara daño.

En las próximas semanas, los ángeles de las aguas cristalinas la ayudaron a reunir a todas sus fuerzas. Con la ayuda de la naturaleza y sus poderes mágicos, construyeron una barrera intangible alrededor del lago, sellando el lago para que nadie lo tocara.

Pero la princesa sabía que no era suficiente. Día tras día ella se sumergía en las frías aguas y gritaba una oración a los espíritus primordiales para que la protegieran y mantuvieran a salvo su lago sagrado.

Con el tiempo, la princesa de las aguas cristalinas pudo ver el resultado de sus acciones. Los límites ocultos se mantenían firmes, y la malicia no era capaz de penetrar la barrera protectora. El lago estaba a salvo, gracias a la princesa y a sus aliados.

Los ángeles de las aguas cristalinas vinieron a bendecir a la princesa por su valentía y le otorgaron una corona de estrellas de diamantes. Ella la aceptó como una señal de su destino y fielmente aceptó heredar el trono de la noble familia de los guardianes de las aguas sagradas.

Y así se convirtió la princesa de las aguas cristalinas en la digna heredera de la familia real de los guardianes de las aguas sagradas. Desde entonces, las generaciones de su pueblo han recordado su legado y su hazaña. Los árboles que rodeaban el gran lago se mantenían allí como testigos de la triste despedida de la princesa de las aguas cristalinas. Sus lágrimas eran también las de la tierra, ya que la estancia de la princesa allí no los había hecho felices hasta ese momento. Todos soñaron con que un día volvería la bella princesa, para volver a vivir una vida de aquellos tiempos de magia y encanto que solo los cuentos de hadas podían crear.